Carta de Monfragüe para la resiliencia del planeta

Introducción

Sin duda alguna el gran problema ambiental de nuestro planeta es la explosión demográfica que está experimentando. En el último siglo estamos asistiendo a un ritmo de crecimiento poblacional vertiginoso, habiéndose superado en el año 2011, los 7.200 millones de habitantes. Evidentemente, el comportamiento no es homogéneo en todo el globo, existen zonas en el sudeste asiático, en África y en algunos países iberoamericanos donde el crecimiento natural lleva un ritmo que supera el 20%º anual, lo que implica que sus efectivos se dupliquen cada 25 ó 30 años; por el contrario, en otras zonas de América del Norte y Europa, el crecimiento natural es negativo y su aumento real, eventual, se debe a los procesos inmigratorios.

A modo de síntesis para explicar esta cuestión podemos decir que si equiparáramos el tiempo de presencia humana en la tierra (2 millones de años) a 1 día (24 horas), el resultado sería el siguiente:Esta revista, que contará con una amplia difusión internacional, intenta convertirse en un espacio abierto de reflexión y debate rigurosos, para quienes pretenden adentrarse en el estudio del desarrollo resiliente. Se recogerán ideas, tanto en forma de ensayos como artículos producto de investigaciones, que tengan por finalidad darle al concepto de desarrollo resiliente, la tangibilidad y operatividad necesaria en distintas áreas temáticas.

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Todos los trabajos serán remitidos por correo electrónico a la siguiente dirección: revistamonfrague@gmail.com

1. Durante 23 horas y 54 minutos los humanos han vivido de la caza y recolección.

3. Sólo hace 11 segundos que iniciaron la revolución industrial

3. Sólo hace 11 segundos que iniciaron la revolución industrial

4. Internet se expandió hace 1 segundo y el Teléfono Móvil o Celular está entre nosotros hace medio segundo.

El crecimiento de la población no ha sido tendencialmente progresivo desde sus inicios, paradójicamente, durante miles de años apenas si ha experimentado aumento, pues la baja esperanza de vida, las altas tasas de mortalidad y morbilidad, junto a epidemias y pandemias (especialmente la viruela, la gripe o la peste, unido a gastroenteritis y otras enfermedades infeccionas) venían diezmando de manera traumática cada cierto tiempo el crecimiento que tanto años había costado conseguir. De tal modo que la población mundial apenas creció en centenares de miles de años. No es hasta la llegada del Neolítico cuando los humanos cambian su modelo económico de caza, pesca y recolección al descubrir la agricultura y ganadería. A partir de aquí, hace unos 8.000 años es cuando aparece la vida sedentaria, creándose los primeros asentamientos urbanos. Cuando nació Jesucristo, año 0 para la cristiandad, se estima que vivían en todo el planeta unos 246 millones de personas. Es sólo muy recientemente cuando acontece la “explosión demográfica”. Así en los primeros 1000 años de la era cristiana, basados en una economía de base agraria, la población apenas subió en 10 millones. Sin embargo, con la llegada de la Revolución Industrial (1800-1850), la población creció en 280 millones, en sólo 50 años. Ahora bien, cuando realmente se produce el despegue extraordinario es a partir de mediados del siglo pasado. Así, en 20 años (1980-2000) la población engordó en 1.620 millones de personas. Y en los primeros 10 años de este tercer milenio (2001-2011) creció 1.200 millones más. En definitiva, se ha evidenciado que se necesitaron unos 300.000 años para que la población se duplicara (pasando de 500.000 a 1.000.000), mientras que en los últimos 50 años se ha vuelto a duplicar, pero de qué modo tan espectacular, pasándose de 3.000.000.000 a 7.200.000.000 de habitantes. Ahora bien, el comportamiento es muy desigual geográficamente, dándose altas tasas de crecimiento natural en los países más atrasados, siendo regresivos los más adelantados. Así, Kenia duplica sus efectivos cada 20 años mientras España y casi todos los países europeos, si no consideráramos la inmigración, tienden a disminuir el número de habitantes por el fuerte envejecimiento y unas tasas de natalidad inferiores a las de mortalidad. La distribución demográfica evidencia una concentración en seis países, que acumulan casi la mitad de la población mundial: China (21%), India (17%), USA (4´5%), Brasil (3%), Rusia (2,5%), con una tendencia hacia la congregación en grandes ciudades y megalópolis, superando algunas de ellas los 20 millones de habitantes (Tokio, Guangzhou, Seúl, Ciudad de México, Delhi, Bombay, Nueva York y Sao Paulo). No obstante, debido al desarrollo económico más globalizado, se está evidenciando una disminución de los ritmos de crecimiento poblacional, previéndose que el máximo se alcanzará en el año 2050 con unos 8.500 millones de humanos sobre la faz de la tierra, entrando en regresión posteriormente, algo nuevo en la especie humana. Su explicación se halla en una ley contrastada que demuestra que a medida que un país aumenta sus niveles de desarrollo económico disminuye su crecimiento demográfico, y eso está sucediendo ahora en la mayoría de las naciones emergentes. Por consiguiente, es innegable que el crecimiento demográfico junto al modelo de desarrollo industrial genera impactos sobre el planeta. Por una parte, la emisión permanente de CO2 en los países más avanzados, así como en los emergentes, y por otra, la disminución de la superficie forestal en los países más atrasados que, por el incremento de su población transforman sus bosques tropicales y ecuatoriales para obtener nuevos suelos agrícolas y de pastos para el ganado, así como madera para la construcción y/o exportación. Todo lo anterior se traduce en un mundo cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y mayores desafíos. También, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global resiliente fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la redistribución de la riqueza y la equidad social concretada en la igualdad oportunidades. Para ello hay que huir de todo fundamentalismo ecologista, entendiendo que es posible una gestión más inteligente y racional de los diferentes territorios compatibilizando usos tradicionales con nuevas actividades (servicios y tecnologías avanzados y formas de energía y producción más limpias, turismo respetuoso, movilidad saludable…) propias de un mundo con la necesaria preservación de la diversidad ambiental y cultural de nuestro planeta. Por todo ello, entendemos que la prioridad en la conservación de la naturaleza se debe acentuar en los próximos 40 años, pues después el problema demográfico se va a atenuar por el descenso poblacional, que unido a los avances tecnológicos nos van a deparar un mundo con menos consumo de recursos (se producirá más alimento con menos superficie agraria) y uso más extendido de energías renovables (solar, eólica, hidroeléctrica, biomasa…) en todas partes, lo que provocará de nuevo la restitución ambiental, como ocurre ahora en Europa, donde la Política Agrícola Común, frente a los excedentes de producción, introdujo las denominadas “medidas agroambientales” que han conllevado un incremento notable del espacio forestal, con especies autóctonas, lo que se ha plasmado en una mejor situación económica y ambiental del territorio de todos los países integrantes.

Los desafíos futuros

Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones, gobernanza y formas de vida. Poseemos el conocimiento y la tecnología necesarios para proveer a todos y para mitigar nuestros impactos sobre el medio ambiente. El surgimiento de una sociedad civil más global, está creando nuevas oportunidades para construir un mundo democrático y humanitario,

aunque algunos países por cuestiones religiosas aún tienen mucho camino por recorrer. Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos proponer y concretar soluciones extrapolables y comunes

Responsabilidad global compartida

Para llevar a cabo estas nobles aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad planetaria, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados, con la particularidad de que en el caso iberoamericano o de la América Ibérica, nos unen lazos de fraternidad, lengua y cultura. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del resto de especies que componen la biota.

Necesitamos urgentemente una perspectiva compartida y participada sobre los valores básicos que brinden un fundamento ético para la comunidad mundial emergente. Por lo tanto, juntos y con una enorme confianza, reunidos un amplio grupo de expertos y científicos, el corazón del Parque Nacional de Monfragüe, alegamos y nos reiteramos en los siguientes principios interdependientes, para una forma de vida compatible, como un fundamento común mediante el cual se deberá orientar y evaluar la conducta de las comunidades (respetando algunas singularidades), organizaciones, empresas, gobiernos e instituciones supranacionales. Por todo ello, desde este emblemático lugar de Monfragüe, erigido en “Santuario de la Naturaleza”

SUGERIMOS

1. Durante 23 horas y 54 minutos los humanos han vivido de la caza y recolección.

Para llevar a cabo estas nobles aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad planetaria, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados, con la particularidad de que en el caso iberoamericano o de la América Ibérica, nos unen lazos de fraternidad, lengua y cultura. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del resto de especies que componen la biota.

B) Edificar sociedades democráticas que sean más justas y participativas

Para llevar a cabo estas nobles aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad planetaria, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados, con la particularidad de que en el caso iberoamericano o de la América Ibérica, nos unen lazos de fraternidad, lengua y cultura. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del resto de especies que componen la biota.

C) Preservar y restituir los ecosistemas del planeta más amenazados,

considerando que muchos de los agro-sistemas son claves también para la alimentación de una gran diversidad faunística. Adoptar, en todas las escalas territoriales, planes estratégicos de desarrollo compatibles y legislaciones que permitan armonizar la conservación de la naturaleza y el desarrollo de los pueblos. Por lo que se hace necesario delimitar y salvaguardar con criterios científicos áreas prístinas con declaraciones de reservas naturales y parques nacionales viables para la naturaleza y la biosfera, incluyendo tierras silvestres y áreas marinas, de modo que tiendan a proteger los sistemas de soporte a la vida de la Tierra, para mantener la biodiversidad y preservar nuestra herencia natural. Así, como en lugares de asentamientos humanos milenarios conservar los usos tradicionales que han permitido mantener paisajes antropizados de enorme valor cultural y ambiental, que se han erigido en mosaicos territoriales de belleza y funcionalidad. Todo, con el objetivo de recuperar especies y hábitats amenazados. Garantizando siempre la gestión resiliente en la administración de los recursos renovables como los suelos, el agua y los boques, de modo que no se superen las capacidades de renovación y reposición de los geosistemas, administrado con un riguroso sistema de indicadores de resiliencia en la obtención, distribución y consumo de los recursos no renovables (minerales y combustibles fósiles), evitando su agotamiento y minimizando sus impactos ambientales.

D) Promover el desarrollo socio-económico de los pueblos,

garantizado sus derechos al agua potable, a una atmósfera limpia y a la seguridad alimentaria, sin olvidar el acceso a la vivienda, a la salud y a la educación, que derive también en una igualdad de género base de la equidad. Por lo que exigimos a los Estados más ricos que asignen más recursos económicos destinados a la cooperación internacional.

E) Insertar en la educación oficial y en la recualificación permanente de adultos, las destrezas y conocimientos para contribuir a un desarrollo resiliente,

asegurando a todos, fundamentalmente a los niños y jóvenes, opciones educativas que les capaciten para contribuir al desarrollo compatible. En este punto, somos conscientes que la escuela y los medios de comunicación tradicionales y por internet deben profundizar en la concienciación de los desafíos de tipo ambiental y socio-económicos.

EL ITINERARIO PARA AVANZAR

En estos inicios del siglo XXI, el destino común nos impele a recomenzar o reorientar nuestras actuaciones con nuevos y renovados enfoques. Ello implica la asunción de los principios y sugerencias de esta denominada Carta de Monfragüe. Para llevar a término esta proposición, debemos comprometernos a adoptar y difundir las aspiraciones y fines destacados en ella. Recorrer este proceloso camino implicará un cambio de mentalidad y de sentimientos, pero también conllevará adquirir una conciencia de interrelación planetaria y responsabilidad de todos los grupos humanos sin excepción. Estamos obligados a desarrollar un planeta desde una óptica holística para alcanzar un modo de vida compatible en la escala local, nacional y global.

La diversidad cultural de la Tierra es un patrimonio inconmensurable y todas las culturas y civilizaciones sabrán adaptar sus pautas de comportamiento para lograr estos fines tan dignos. Y para ello, se hacen necesarios nuevos liderazgos políticos más creativos, con alianzas entre gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y las empresas con responsabilidades en materia social y ambiental para generar sinergias en la forma de alcanzar los mejores resultados que aquí se propone. Concluimos con la esperanza de que la Carta de Monfragüe sea un referente presente y futuro sobre las orientaciones en la manera de planificar y gestionar de forma resiliente nuestros recursos naturales, para que sin agotarlos contribuyan al mantenimiento ecológico y al desarrollo compatible con la economía de los distintos sistemas sociales. En el Parque Nacional de Monfragüe (Extremadura-España), a 19 de Abril de 2013

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